jueves, 20 de octubre de 2011

Van Gogh: Pintor exhausto

Comentarios libres
Luis. E. C. Callo.
The Captain

Van Gogh.
Film. Maurice Pialat. 1991




Manténgase alejado quien no esté dispuesto de buen grado a elogiar la transferencia y a rebatir la soledad.
Peter Sloterdijk, Esferas I. Burbujas.



En Van Gogh todo tiende a la disolución, mejor, a la transformación, para fluir, para devenir un “tener”. La búsqueda de estos “teneres”, de estas cualidades o chispazos eternos es de lo que se trata su pintura. Van Gogh se aleja del agua como elemento, cuyo brillo ante el sol se le hace antojadizo, y le parece el mismo brillo que se posa en el rostro de lo que él conoce como límite. 



Para Van Gogh, por ejemplo, el sol libera los paisajes que él pinta, así como el viento, y su brisa,  las estaciones, y probablemente la lluvia también ayudan en esta liberación.
O para decirlo más bonito, en Van Gogh el sol libera al viento, el viento al contorno de las nubes, las nubes a las hojas de los árboles, los árboles a las estaciones, las estaciones a los colores, los colores a los rostros, los rostros a las habitaciones,  las habitaciones a la vida, la vida al sol, y así podemos seguir.


 ¿Y el huidizo mar?
Todo “tener”, todo compromiso, se hace con respecto a un afuera, en Van Gogh el mar, así como la muerte están en esa vereda del frente. Y se prestan a cruzar la calle.
Es así que Van Gogh pinta al sol incendiándose, a los pobres comiendo patatas en la casi penumbra, a los remolinos arremolinándose, al viento pasando por los cultivos,  al artista retratado, al campesino durmiendo en el campo, todo como quien en su pre claridad de buen vecino es llamado a comparecer, a dar testimonio ante un tribunal. Y ese tribunal es su “conciencia de artista”. 


El mar y la muerte son  elementos que descomponen, que huelen a traición, y que aparte de su rol de límites, no le ayudan demasiado en este proceso en el que la enjuiciada es la vida.
O diciéndolo como se merece, Van Gogh pinta hasta el límite que la muerte lo permite,  a veces es capaz de pintar de espaldas a ella, pero otras veces ésta se mete a la habitación, se vuelve atmosferas, o le da negritud al cielo.


En este sentido Van Gogh es un artista de la liberación, es lo más japonés que puede ser un pintor europeo, o mejor, puede ser recordado como el pintor del compromiso entre los elementos “naturales”.  Diría elementos desvirgados.  
Pinta lo que le es familiar, es como que si para sentir la vida tuviera que pintar, es como que sin pintar no pudiera asimilar que está en el mundo. Su pintar es un recital de palabras compactas, golpe por golpe,  una cubre a medias la otra, aflora el efecto de la sobreposición, es decir lo honesto de su obra.




 Como todo buen pintor Van Gogh es un platonista. Van Gogh obra con la intuición del geómetra. A cada momento lucha por las formas, contra la formas, y a favor de ellas. Lo relevante en él, la cualidad ante la que está al acecho, es el infinitesimal  “a cada momento”.



Una oreja rota hace la geometría, hace un nudo entre el recuerdo y la compulsión visionaria. Buscar la belleza, él lo sabe bien, es caminar por recovecos peligrosos.  Una belleza que anda por pequeños hoteles, por lupanares, entre bailes animados, en zapatos de mujer. 
Van Gogh es el mejor pintor de su tiempo, el mejor cazador, y por eso mismo el más exhausto.
Van Gogh pintor exhausto.