Van Gogh: Pintor exhausto
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Luis. E. C. Callo.
The Captain
Van Gogh.
Film. Maurice Pialat. 1991
Manténgase alejado
quien no esté dispuesto de buen grado a elogiar la transferencia y a rebatir la
soledad.
Peter Sloterdijk, Esferas I. Burbujas.
En Van Gogh
todo tiende a la disolución, mejor, a la transformación, para fluir, para
devenir un “tener”. La búsqueda de estos “teneres”, de estas cualidades o
chispazos eternos es de lo que se trata su pintura. Van Gogh se aleja del agua
como elemento, cuyo brillo ante el sol se le hace antojadizo, y le parece el
mismo brillo que se posa en el rostro de lo que él conoce como límite.
Para Van
Gogh, por ejemplo, el sol libera los paisajes que él pinta, así como el viento,
y su brisa, las estaciones, y
probablemente la lluvia también ayudan en esta liberación.
O para
decirlo más bonito, en Van Gogh el sol libera al viento, el viento al contorno de
las nubes, las nubes a las hojas de los árboles, los árboles a las estaciones,
las estaciones a los colores, los colores a los rostros, los rostros a las
habitaciones, las habitaciones a la
vida, la vida al sol, y así podemos seguir.
¿Y el huidizo mar?
Todo “tener”,
todo compromiso, se hace con respecto a un afuera, en Van Gogh el mar, así como
la muerte están en esa vereda del frente. Y se prestan a cruzar la calle.
Es así que
Van Gogh pinta al sol incendiándose, a los pobres comiendo patatas en la casi
penumbra, a los remolinos arremolinándose, al viento pasando por los
cultivos, al artista retratado, al
campesino durmiendo en el campo, todo como quien en su pre claridad de buen
vecino es llamado a comparecer, a dar testimonio ante un tribunal. Y ese
tribunal es su “conciencia de artista”.
El
mar y la muerte son elementos que
descomponen, que huelen a traición, y que aparte de su rol de límites, no le
ayudan demasiado en este proceso en el
que la enjuiciada es la vida.
O
diciéndolo como se merece, Van Gogh pinta hasta el límite que la muerte lo
permite, a veces es capaz de pintar de
espaldas a ella, pero otras veces ésta se mete a la habitación, se vuelve
atmosferas, o le da negritud al cielo.
En este sentido Van Gogh es un artista de la liberación, es lo más japonés que puede ser un pintor europeo, o mejor, puede ser recordado como el pintor del compromiso entre los elementos “naturales”. Diría elementos desvirgados.
Pinta lo que le es familiar, es como que si para sentir la vida tuviera que pintar, es como que sin pintar no pudiera asimilar que está en el mundo. Su pintar es un recital de palabras compactas, golpe por golpe, una cubre a medias la otra, aflora el efecto de la sobreposición, es decir lo honesto de su obra.
Como todo buen pintor Van Gogh es un
platonista. Van Gogh obra con la intuición del geómetra. A cada momento lucha
por las formas, contra la formas, y a favor de ellas. Lo relevante en él, la
cualidad ante la que está al acecho, es el infinitesimal “a
cada momento”.
Una oreja
rota hace la geometría, hace un nudo entre el recuerdo y la compulsión
visionaria. Buscar la belleza, él lo sabe bien, es caminar por recovecos
peligrosos. Una belleza que anda por
pequeños hoteles, por lupanares, entre bailes animados, en zapatos de
mujer.
Van Gogh es
el mejor pintor de su tiempo, el mejor cazador, y por eso mismo el más
exhausto.
Van Gogh pintor exhausto.